Pues no: ya existían en el siglo XVII, en pleno Siglo de Oro; y ya entonces hacían de las suyas y eran tan numerosos y populares como hoy…y como hoy capaces de los mayores disparates y tonterías…Y eso debió pensar hace 400 años Guillén de Castro cuando se puso a escribir “El Narciso en su Opinión”: reírse de la pretensión, del quiero y no puedo, del aparentar por aparentar, de la falsedad, de los “fashionvictims”, de la obsesión por la superficie sin ningún tipo de profundidad.
Al Narciso de esta historia lo conocemos todos: está en la oficina, en nuestro barrio, en el gimnasio…y seguro que hay más de uno en nuestras familias: esos personajes que lo saben todo, que van a la última, que modulan su voz, que son pura apariencia y que con tal de mantenerse a flote son capaces de cualquier cosa, por descabellada que sea.
Y ahí está la genialidad de Guillén de Castro, que no por menos conocido deja de ser una del los grandes dramaturgos del Teatro Español: construir un delicioso enredo alrededor de uno de estos singulares personajes para sacar a relucir todas sus miserias, sus inseguridades, sus patinazos y reírse de ellos…y ahí está la genialidad de Rafael Calatayud, el director de este nuevo montaje para la Compañía Nacional de Teatro Clásico: el transformar una olvidada comedia del Siglo de Oro en una función moderna, ágil, llena de desternillantes momentos cómicos, brillantes personajes secundarios y una ambientación casi casi de musical…y por supuesto risas, muchas, muchísimas risas: de las de verdad.
¿Quieren pasar un buen rato? Pues no dejen de verla: “El Narciso en su Opinión” de Guillen de Castro. Teatro Pavón, Embajadores 9, Madrid. Absolutamente recomendable.
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